martes, 22 de enero de 2008

TESTAMENTO





A veces quiero que me cuentes todo lo que ya sé. A veces no, porque ya lo sé. Sé lo que piensas, porque tu mirada lo dice. Sé lo que sueñas, porque tu sueño me despierta. Sé lo que anhelas, porque yo lo anhelo. Sé lo que te agrada, porque a mi me agrada. Sé por qué suspiras, porque es lo que yo suspiro. Cuando te digo, ya lo sabía, es porque lo sabía. Antes de que me lo digas, lo sé. Antes de que te eches a llorar, sé que estás a punto. Antes de que quieras lo que quieres, ya te lo estoy ofreciendo. Cuando no estás, estoy contigo, pues no hay rincón en mi cuerpo en el cual no estés.
Eres como yo, de pocas palabras. Sólo las suficientes, las imprescindibles. Las palabras que enternecen y las que a veces duelen. Las palabras que callan y las que gritan. Eres, sobre todo, las palabras que no se dicen pero que estallan en la mirada.
A veces quiero que me cuentes todo lo que ya sé, pero para qué, si ya lo sé. Sólo con mirarme, me dices. Sólo con mirarte, te digo. Sólo con mirarnos, nos decimos. Te dejaré mi palabra, la más afortunada y la menos. Te dejaré en testamento mi palabra, pues no otra cosa tengo, y no es poco. Cuando día a día te alimentes de la palabra que te dejo, sabrás por qué te la dejo y por qué te alimenta. Cuando un padre, hija, puede dejar palabras que nunca mueren, la eternidad es lo que pervive. Estamos hechos de eternidad gracias a la palabra, al verbo, al verso. Todas mis palabras son la tuyas y tú eres mi palabra, hija.

1 comentario:

Sarito Carreto dijo...

Que hermoso testamento, ojala que tu hija lo haya podido leer, esun horgullo que un padre hable en esos términos a una hija, yo me emociono tremendamente al leerlo.Adolfo serás realmente Eterno